26 de julio de 2019 STEFAN GERLACH
Después de años en los que el Consejo Europeo actuó como si no hubiera mujeres calificadas para dirigir el Banco Central Europeo, finalmente abandonó esa absurda excusa y nombró a Christine Lagarde para el cargo. Lagarde es un presidente designado eminentemente calificado y prometedor; pero para tener una tenencia exitosa, tendrá que evitar las preocupaciones de sus críticos.
ZURICH – La sorpresiva nominación de Christine Lagarde para servir como la próxima presidenta del Banco Central Europeo ha complacido a muchos observadores, incluyéndome a mí, y decepcionado a otros. Quienes están satisfechos sienten que el período de ocho años de Lagarde como Directora Gerente del Fondo Monetario Internacional la califica de manera única para forjar un acuerdo dentro del Consejo de Gobierno del BCE sobre muchos de los temas polémicos que enfrenta.
La principal de ellas es la actual recesión de la eurozona y la posible revisión de su marco de política monetaria propuesta por Olli Rehn, gobernador del Banco de Finlandia. Teniendo en cuenta que los miembros más influyentes del BCE parecen tener puntos de vista diferentes sobre el marco y cómo podría cambiarse, alcanzar un consenso no será fácil.
Sin embargo, aquellos que apoyan la nominación de Lagarde creen que su tiempo como ministra de finanzas de Francia la ha dejado ideal para trabajar con los gobiernos de los estados miembros de la eurozona, y para convencerlos de organizar una respuesta fiscal colectiva en caso de una grave recesión. También deberá presionar para que se revisen las normas fiscales de la Unión Europea, que han colocado casi toda la carga del estímulo económico sobre la espalda de la política monetaria. Las normas actuales, que aparecieron por primera vez en el Tratado de Maastricht de 1992, están lamentablemente desactualizadas debido al colapso de las tasas de interés reales a largo plazo.
Por último, pero no menos importante, es refrescante ver a una mujer nombrada para dirigir el BCE. La idea, implícita desde hace mucho tiempo por el Consejo Europeo, de que no hay una mujer calificada entre los 341 millones de personas que viven en la eurozona finalmente ha sido abandonada. Buen viaje.
No obstante, la elección de Lagarde ha sido criticada. Algunos han argumentado que el nombramiento, junto con el del ex ministro de Economía español Luis de Guindos como vicepresidente el año pasado, representa una politización del BCE. Temen que la política monetaria se vea cada vez más influenciada por la conveniencia política a corto plazo, a expensas de la credibilidad a largo plazo del BCE. Quienes ocupan este cargo sin duda consideran el colapso de los rendimientos de los bonos en Italia luego de la nominación de Lagarde como evidencia de que está llegando un gran estímulo.
Otros han notado que ni Lagarde ni de Guindos tienen experiencia en banca central o capacitación formal en economía. Les preocupa que el BCE carezca de la experiencia de alto nivel necesaria para responder a las crisis. Finalmente, otros se quejan de que el trabajo debería haber sido para un alemán, para reparar la tensa relación del BCE con el público alemán.
La falta de apoyo público para el BCE en un país que representa alrededor de una cuarta parte de la población de la eurozona es obviamente un problema. Lagarde necesitará hacer que reiniciar la relación con Alemania sea una prioridad, al tiempo que deshabilita a sus críticos de la noción de que es susceptible a las presiones políticas.
Con ese fin, debería hacer cinco cosas entre ahora y asumir el cargo en noviembre. Primero, debe indicar que su nombramiento representa la continuidad de la política, no un giro moderado. Después de todo, un cambio en la presidencia no transformará repentinamente las opiniones de los otros 24 miembros del Consejo de Gobierno.
Es cierto que, como muestran los rendimientos de los bonos en fuerte declive en la periferia de la eurozona, los actores del mercado esperan que Lagarde abra más las espigas monetarias y por algún tiempo. Pero eso no es un trato hecho. Por ejemplo, el PMI compuesto para la zona del euro aumentó entre abril y junio, antes de volver a bajar en julio. Sin embargo, permanece en territorio expansivo. Además, la recesión se concentra en gran medida en el sector de bienes comercializados y se debe a las tensiones comerciales. No está claro que la política monetaria pueda hacer mucho para compensarlo. Cuanto antes se den cuenta los participantes del mercado, mejor.
En segundo lugar, Lagarde necesita lanzar una ofensiva de encanto en Alemania. Ningún banco central puede permitirse ser visto con sospecha por una parte significativa de la población. Lagarde puede ayudarse demostrando que su cita no hará que el BCE sea más moderado. Pero el poder blando también importa. Ella debería estar organizando muchas apariciones en los medios alemanes y en eventos en Berlín y otros lugares. Los abonos de temporada para el Staatsoper Berlin pueden ser una buena idea.
En tercer lugar, Lagarde debería iniciar una revisión desde hace mucho tiempo del marco de políticas del BCE. Puede que no sea economista o banquera central por capacitación, pero se sabe que es una gerente orientada a los detalles y un estudio rápido. Profundizar en cuestiones complejas de política le permitirá demostrar un dominio firme de los problemas que enfrenta el BCE.
Más concretamente, es necesaria una revisión interna para forjar un nuevo entendimiento compartido dentro del Consejo de Gobierno sobre algunos de los temas más apremiantes del BCE. Además de determinar las especificaciones exactas de su objetivo de inflación, el Consejo deberá sopesar los pros y los contras de las diferentes herramientas de política no convencionales. Entre otras cosas, eso significa decidir si las transacciones monetarias directas, el mecanismo presentado en 2012 para hacer «lo que sea necesario para preservar el euro», siguen siendo parte de su arsenal.
Otros han notado que ni Lagarde ni de Guindos tienen experiencia en banca central o capacitación formal en economía. Les preocupa que el BCE carezca de la experiencia de alto nivel necesaria para responder a las crisis. Finalmente, otros se quejan de que el trabajo debería haber sido para un alemán, para reparar la tensa relación del BCE con el público alemán.
La falta de apoyo público para el BCE en un país que representa alrededor de una cuarta parte de la población de la eurozona es obviamente un problema. Lagarde necesitará hacer que reiniciar la relación con Alemania sea una prioridad, al tiempo que deshabilita a sus críticos de la noción de que es susceptible a las presiones políticas.