9 de mayo de 2019 RICARDO HAUSMANN
Dados los requisitos de la tecnología actual, descartar la experiencia como privilegio es peligroso. Es por eso que un mercado de prestigio que funcione bien es esencial para conciliar el progreso tecnológico y el mantenimiento de una política saludable.
CAMBRIDGE – Una de las consignas del Sindicato de trabajadores administrativos y técnicos de Harvard es: «No podemos comer prestigio». En otras palabras, la universidad no debería salirse con la suya al pagar salarios bajos solo porque es prestigioso trabajar allí.
Pero si bien el prestigio puede no ser nutritivo, es sustentable. De hecho, la lógica detrás del prestigio, y su relación con la tecnología y la identidad de las personas, puede tener todo que ver con el surgimiento del populismo y con los peligros de las políticas populistas.
El prestigio está en nuestros genes. Según el antropólogo biológico Joseph Henrich, evolucionó porque somos una especie cultural , en el sentido de que nuestra supervivencia individual depende de la adquisición del conocimiento que reside en el cerebro colectivo. Lo adquirimos por imitación, pero necesitamos decidir a quién imitar. Numerosos estudios científicos han demostrado que tendemos a imitar a las personas que se perciben tienen prestigio, un sentido que se desarrolla muy temprano en la infancia.