Perspectivas sobre China.
Mark Burton y Peter Somerville.
Fecha de publicación: Marzo de 2019
¿Decrecimiento o un «New Deal verde»? La contribución de Robert Pollin al reciente debate en estas páginas sobre estrategia medioambiental contrapone las dos sendas que dominan actualmente el análisis radical sobre este tema. Que no lo agotan lo dejan claro los demás contribuyentes: Herman Daly, el gran veterano de la economía ecológica, reitera su llamamiento en favor de un «estado estacionario» de la economía en su entrevista con Benjamin Kunkel. Troy Vettese, partiendo del ejemplo de la Pequeña Edad de Hielo del siglo xvii, defiende «un proyecto de geoingeniería natural» para disminuir la temperatura global a través de la reforestación, posicionándose en contra de las hipotéticas soluciones artificiales propuestas por la geoingeniería, que proponen manipular la cubierta de nubes del planeta, alterar la composición química de los océanos o crear un «escudo solar», que refleje las partículas de sulfato hacia la atmósfera superior. Al mismo tiempo, el análisis de Mike Davis sobre la meticulosa investigación archivística de Emmanuel Le Roy Ladurie sobre la evidencia de la Pequeña Edad de Hielo en Francia pone de relieve los límites de nuestro conocimiento sobre la historia del clima. Este artículo se centra en la incisiva crítica del decrecimiento que realiza Pollin y en la versión del «crecimiento verde» que presenta como alternativa.
El punto de partida de Pollin es la urgente necesidad de reducir las emisiones para estabilizar las temperaturas globales, como establece el Panel Internacional sobre el Cambio Climático. Otros temas medioambientales –biodiversidad, aire y agua limpios, ciudades habitables–, así como las cuestiones políticas –la igualdad social e internacional, por ejemplo– quedan subordinadas al imperativo de mitigar el cambio climático. «No hay ninguna certeza sobre lo que sucederá si permitimos que continúe subiendo la temperatura media global. Pero como base para la acción, solamente necesitamos entender que hay una posibilidad nada trivial de que esté en juego la continuidad de la vida en la tierra tal y como la conocemos» . Su programa pide que se invierta anualmente el 1,5-2 por 100 adicional del pib global en un plan agresivo de suministro de energía limpia, no nuclear y renovable, mientras durante los próximos veinte años se reducen el 35 por 100 los sectores industriales que consumen combustibles fósiles a un ritmo anual del 2,2 por 100. Apuntando a los defensores del decrecimiento, sostiene que: De hecho, es absolutamente imperativo que algunas categorías de la actividad económica crezcan ahora masivamente: las asociadas con la producción y distribución de energía limpia. Simultáneamente, los sectores industriales que utilizan combustibles fósiles deben contraerse en la misma proporción, es decir, «decrecer» sin tregua durante los próximos cuarenta o cincuenta años hasta que prácticamente desaparezcan . Este escenario se basa en el «desacoplamiento total» del crecimiento económico respecto al consumo de combustibles fósiles: el primero puede crecer mientras el segundo se reduce. Pollin afirma que ello llevará a un descenso «del 40 por 100 [de las emisiones de co2 ] durante un periodo de veinte años, al mismo tiempo que respaldará el crecimiento de los niveles de vida y del empleo». Pollin proporciona los costes del apoyo social y la reconversión de los trabajadores de las industrias dependientes de los combustibles fósiles: para Estados Unidos en su conjunto suponen 600 millones de dólares anuales, el 0,2 por 100 del presupuesto federal. No hay partidas designada para compensar a las grandes corporaciones del petróleo, el gas y el carbón; en vez de ello, Pollin señala de pasada que estos gigantes «tendrán que ser derrotados». Aunque admite los argumentos morales para que los países ricos reduzcan sus emisiones per cápita para dejarlas al nivel de los países pobres, considera que desde un punto de vista político es algo poco realista pensar que Estados Unidos vaya a hacerlo. Con su programa, las emisiones estadounidenses caerán desde 16,5 a 5,8 toneladas per cápita en veinte años, pero seguirían siendo tres veces mayores que la media mundial y tres veces más altas que las emisiones per cápita de China, que se reducirían a 2,3 toneladas. Para compensar, Pollin espera que Estados Unidos proporcione a los países más pobres ayuda financiera para la transición. Discrepando de la floritura inicial de Kunkel de que «la fidelidad al crecimiento del pib es una religión del mundo moderno», Pollin argumenta que con el neoliberalismo financiarizado, la verdadera religión no es el crecimiento, sino la maximización de los beneficios «para proporcionar los mayores ingresos y riquezas para los ricos». Aunque está de acuerdo con el movimiento a favor del decrecimiento en que gran parte de la producción capitalista es un desperdicio y que el pib es una medida defectuosa, sostiene que los partidarios del decrecimiento no han elaborado un conjunto viable de políticas para reducir lo suficiente las emisiones de gases de efecto invernadero y estabilizar la temperatura global. De manera aparentemente más condenatoria, Pollin sostiene que el decrecimiento crearía niveles galopantes de pobreza y desempleo sin lograr detener el cambio climático. Según sus cálculos, una contracción del 10 por 100 de la economía global, tras una programa de decrecimiento, crearía una depresión mundial de niveles históricos con el desempleo global disparándose y decrecientes niveles de vida para los pobres y las clases trabajadoras, pero seguiría sin alcanzar los objetivos del Panel Internacional sobre el Cambio Climático.
Link: https://newleftreview.es/issues/115/articles/una-defensa-del-decrecimiento.pdf
Publicado por Santillán Guzmán Fernanda.