Y el cambio cultural puede desbloquear el potencial económico de las personas y las ideas.
Hacer que Estados Unidos sea grandioso nuevamente es más que texto en una gorra roja. Es un argumento sobre la naturaleza del éxito estadounidense: uno que el presidente Donald Trump elaboró en comentarios racistas la semana pasada. El 21 de julio cuestionó si cuatro congresistas demócratas, todas no blancas, eran «capaces de amar a nuestro país». El mismo día, Stephen Miller, asesor de Trump, dijo que las críticas del presidente a Estados Unidos diferían de las de sus críticos porque estaba defendiendo los «principios de la civilización occidental». Los comentarios parecían implicar que la grandeza estadounidense se basa en una herencia cultural a la que algunas personas no pueden acceder, ya sea que hayan nacido en Estados Unidos o no.
Los argumentos culturales alguna vez tuvieron gran importancia en las explicaciones de las formas en que los países diferían económica y políticamente. La mayoría de los economistas abandonaron ese razonamiento en el siglo XX, no solo porque brindaba cobertura a los racistas sino también por su falta de poder explicativo. En 1970, Robert Solow, ganador del premio Nobel, bromeó diciendo que los intentos de explicar el crecimiento con variables como la cultura generalmente terminaron «en un resplandor de sociología amateur». Esta posición está cambiando, sin embargo, y no antes de tiempo. Puede ser necesario comprender mejor cómo funcionan las culturas para comprender la economía política moderna. https://www.economist.com/finance-and-economics/2019/07/25/a-societys-values-and-beliefs-matter-for-its-economy